EN FLORENCIA

 Ha caído la noche y por fin siento que tengo un espacio de silencio, quizás lo haya tenido antes pero estoy segura que puedo sentir la paz en este lugar como no la había sentido en Barcelona o París. La atmósfera de Florencia me conecta con la tranquilidad que se percibe en sus angostas y empedradas calles.

Escribir siempre ha sido la manifestación de mi alma queriendo expresar un sentir profundo que funde su anhelo en la enseñanza y el compartir de experiencias que tocan al Ser, pues mi misión y propósito ulterior no han sido más que el formar a través de la consciencia, a través de la experiencia vivenciada y reflexiva que solo puede dejar sabiduría y discernimiento sobre el proceso maravilloso de la plena existencia en este plano físico.

Anunciado estaba el proceso de crecimiento que viviría en latitudes lejanas y que debía ser elaborado conscientemente, tal mensaje lleno de sabiduría me había preparado para reconocer de forma activa y constante lo que traería consigo el destino, sin embargo, no es fácil experimentar simultáneamente novedades en territorio, gastronomía, cultura, transporte, clima y demás componentes de un país que lo hace único así como identificar la complejidad de la mente humana y su forma de reaccionar ante el miedo, la inseguridad y su resistencia a salir de su zona de confort, todas estas variables han sido un desafío para la mente y para mis campos de energía que son también influenciados por los cambios y los movimientos en mi entorno, debido a mi especial sensibilidad energética, finalmente, las calles de Florencia apaciguaron mis tormentas y dejaron un suspiro que eternizado por las letras se resisten a la presencia de Morfeo en esta oscura habitación.

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